Análisis | Ion Fury
23 junio 2020Llega el verdadero sucesor de shooters clásicos como Duke Nukem 3D o Shadow Warrior.
Hemos tenido la oportunidad de probar Ion Fury, ca clásica acción FPS de los noventa que te chifla, combinada con modernos inventos como el daño localizado y transiciones fluidas entre niveles hechos a mano y que cuentan con múltiples rutas, efectos chulos y escenas complejas. La esencia de los shooters de antaño vuelve a consola y lo hace en formato digital pero también físico gracias a la preciosa edición distribuida en España por Meridiem Games.
Digno de cualquier película de acción noventera protagonizada por los héroes de acción de aquella época, Ion Fury nos transporta a Neo D.C una ciudad, que como otras muchas se encuentran sumida en el caos por la delincuencia de pandillas que rinden pleitesía al ocultismo y son como sectas. Nuestra protagonista, Shelly “Dinamita” Harrison, es jefa de una unidad especial y la única que ha durado 6 meses en el cargo, más que nada porque ha sido la única capaz de seguir viva. Harta de papeleos, y tener que esperar a que “los de arriba” le den permiso para poder actuar, decide tomarse la justicia por su mano y llega al centro del problema que asola la ciudad. Shelly se ganó su apelativo desactivando bombas para la Global Defense Force, pero sabe que ahora no hay que evitar que salte todo por los aires, sino provocarlo.
Su misión ahora es llegar hasta Heskel y matarlo. Para ello irá recorriendo todos los recovecos de la ciudad, a lo largo de enormes niveles repletos de posibles rutas y grandes explosiones con más zonas secretas de las que se puedan contar. En este juego la salud no se regenera, así que tendrás que ser rápido para poder recoger las piezas de armadura, armas y kits de vida.
Ion Fury ofrece para elegir entre un amplio arsenal de armas, modos de fuego alternativos y distintos tipos de munición. Comenzaremos con “Loverboy” su revólver más característico, que tiene tres cañones. Pero a esto súmale un lanzagranadas de perdigones, bombas rodantes, una porra eléctrica, que además de servirnos para conectar baterías y aparatos que no funcionan, podemos golpear a los enemigos, con un efecto muy divertido.
El juego es rápido, de exploración y con miles de habitaciones escondidas, agujeros para entrar a otras estancias, que nuestros queridos enemigos crearan a base de explosiones, palancas que accionan ascensores, aspas de ventiladores gigantes para poder desplazarnos a distintas habitaciones etc….
Los enemigos son de lo más variopinto, van desde monjes salidos del infierno a tarántulas con calaveras humanas por caparazón, drones escorpiones voladores y hasta engendros del diablo (ya veréis a cuales me refiero). Lo mejor es la cantidad de trozos de enemigos que vuelan por la pantalla, que aunque en un principio puede sonar algo gore, lo cierto es que los pedazos nos serán de utilidad ya que así sabremos por donde hemos pasado ya.
Adrenalina a más no poder, con una BSO de metal puro y duro en formato FastTracker2 y aunque, en un primer momento pueda parecer repetitivo, nada que ver con la realidad, ya que a medida que avancemos por el juego, los niveles se volverán más complejos, los enemigos más audaces y muchas veces tendremos que volver sobre nuestros pasos por zonas descubiertas o pasadizos secretos para encontrar más armamento, o esa tarjeta para poder pasar de nivel que en un principio parecía imposible encontrar.
He de reconocer que yo desde el minuto uno, dibuje una sonrisa en la cara que solo quitaba para maldecir mis caídas y los tiros del enemigo, pero es un juego, que a los que tenemos cierta edad nos da directo al corazón. Quiero hacer también una mención especial al apartado sonoro, no solamente por el pedazo de banda sonora que tiene sino por los efectos en general, el chapoteo por las cloacas, el ruido de las destinas armas, los crujidos y ruidos al desmembrar al enemigo….música para nuestros oídos.